(Texto original de La Fundación Padre Hurtado)
El 9 de noviembre de 1993, la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos, en el Vaticano, ratificó en sesión solemne de Cardenales y Obispos, la existencia de un auténtico milagro, en la persona de doña María Alicia Cabezas Urrutia, realizado por intercesión del Padre Alberto Hurtado Cruchaga, S.J. El milagro consistió en una súbita e inesperada recuperación de una paciente, que fue más allá del tratamiento médico, en contra del pronóstico de su inminente muerte. En menos de un mes, entre julio y agosto de 1990, María Alicia sufrió tres hemorragias cerebrales masivas, de las que nadie sobrevive, y dos infartos cerebrales, que incluso le dejaron muerta, para siempre, una parte del cerebro. Sin embargo, ella actualmente vive y trabaja en forma normal, sin secuela alguna. El camino de la cruz María Alicia, de 34 años, trabajaba como asesora del hogar en casa de doña María de los Ángeles Amenábar de Cruz, secretaria del colegio San Ignacio de El Bosque. El 25 de julio de 1990, sufrió una hemorragia subaracnoídea, por rotura de un aneurisma cerebral. En estado de coma, fue trasladada al instituto de neurocirugía de Santiago, donde ingresó con el peor diagnóstico médico, "Glasgow 3". La mitad de los pacientes muere en esas condiciones. A los sobrevivientes hay que operarlos rápidamente, ara salvarles la vida, aunque queden con lesiones, pues estas hemorragias suelen repetirse, y según las estadísticas médicas, en una segunda hemorragia muere el cien por ciento de los pacientes. A María Alicia no se la pudo operar por estar muy mal. De intentarlo moriría. El 2 de agosto le sobrevino una segunda hemorragia, también masiva, y debió morir. El 4 de agosto, le sobrevino un tercer episodio hemorrágico, también masivo, ¡Y no murió!. Extrañados los médicos tratantes, Felipe Valdivia, y Freddy Ayach, aunque la paciente estaba en coma, la sometieron a un tratamiento nuclear que demostró una falta de flujo sanguíneo en el cerebro, si esta situación se mantenía, la paciente moriría en unos quince minutos. Según los médicos, María Alicia estuvo así muchas horas. Ella, hasta el día de hoy tiene partes de su cerebro muertas, y sobrevive sin secuelas. Entretanto, ella seguía en coma con altísima fiebre y varias infecciones. El director del instituto, doctor Reinaldo Poblete, era partidario de desconectar a la paciente de los aparatos que la mantenían con vida. "Hay muerte clínica", sentenció. El Señor de la vida se hace presente Desde el 25 de julio, día de la primera hemorragia, en el hogar de la señora María de los Ángeles se hicieron oraciones al Padre Hurtado pidiéndole un milagro para salvar la vida de María Alicia. El 17 de agosto, víspera del día del Padre Hurtado, unas 400 personas peregrinaron a su tumba y celebraron la eucaristía, rogándole especialmente por ella, dejando expresa constancia en el libro de peticiones. Entretanto, la doctora jefe de la UTI, en el instituto de neurocirugía, hacía su visita rutinaria a la paciente. Con enorme sorpresa, notó que la alta fiebre había desaparecido, y que María Alicia había recuperado la conciencia. Podía hablar, e incluso mover sus dedos y extremidades, lo que antes no podía hacer, y reconocía nombres y caras. Tanto así, que esa tarde se la envió a la sala común. Esa súbita recuperación, inesperada e inexplicable a la ciencia médica, permitió prepararla para una ulterior operación, que previniera nuevas hemorragias. El 25 de septiembre la operó durante siete horas, pero ya sin riesgo, para suturar el lugar de las hemorragias. Fue entonces, cuando el doctor Valdivia vio -según lo declarado después- las muestras evidentes del infarto cerebral. El 8 de octubre de ese año, María Alicia estaba de vuelta en su casa, completamente sana.
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